Nostalgia

Me da mucha nostalgia este lugar. Es un rincón que cada tanto paso a espiar. Un lugar al que no me animo a entrar. Lo miro desde lejos, con ganas de volver, pero sin el suficiente coraje para hacerlo. Pasaron tantas cosas desde el primer post hasta el último, pasaron años, unos cuantos, pasaron grandes amistades, pasaron algunos curiosos, pasaron horas en vela, risas en diferido, infinidades de momentos compartidos, pasaron tristezas, pasaron desencuentros, pasaron amores, pasaron desamores. Pasó mi gran amor para quedarse conmigo y tomados de la mano nos fuimos a darle la vuelta al mundo.
Creo que nunca voy a poder despedirme de este lugar, que es tan mío y a la vez tan ajeno. Quizás más adelante retome este espacio. O quizás comience otro. No lo se. Nada será igual. Y eso está bueno.


Ruleta

Le quedaban unas materias por rendir y tenía que viajar a su ciudad, porque la vida la había sorprendido viviendo en otra. Juntar el dinero para el pasaje no fue fácil, apenas les alcanzaba a ella y a su reciente marido para llegar a fin de mes. Viajó, se instaló en casa de sus parientes unas semanas para terminar de preparar los exámenes. Rindió, aprobó. Se había convertido en licenciada, lejos del festejo de baños de huevo y lluvias de harina, porque eran otras épocas. Era momento de regresar. Y otra vez la falta de dinero se hacía evidente. Días antes le había escrito una carta a su marido, anticipándole sus planes: iría al casino para jugar los últimos pesos que le quedaban y con lo que ganara iba a poder comprar el pasaje y de yapa regresar con plata.
No pasó mucho tiempo para que los pusiera en marcha. Con pasos firmes entró al casino, concentrada, repitiendo en su mente el número al que le iba a apostar. Cuando pasó por la primera mesa lo escuchó, pero continuó caminando, decidida a apostar en la última. Ni siquiera se detuvo a comprar fichas. No había tiempo para nimiedades. Llegó a la mesa situada al final del salón. Puso el dinero en el número que quería. La ruleta giró y el croupier cantó el número que ella había jugado. Juntó sus fichas, y las canjeó en la boletería. Salió victoriosa del casino, y esta vez, mi vieja pudo costear una llamada de larga distancia, para avisarle a mi viejo que lo había logrado y que estaba de regreso a casa.


En el Día Internacional del Trabajador

De Quino.

Y para no caer en la desmemoria, los invito a pasar por acá.

Salud y trabajo digno para todos los trabajadores.


La historia que aun no conté

Para que la inocencia les valga, aquél día del inocente se me ocurrió bromear con la idea de que alguien había llegado a mi vida, dentro del marco de las historias que se contaban por acá. Visto de ese ángulo, un acontecimiento semejante era algo que rozaba lo increíble, no porque no fuera capáz de estar bien con un hombre, sino porque no me lo creía, no lo veía factible, lo negaba. Podría haber elegido otro tópico para hacerles caer en la duda, pero elegí el que menos veía posible, con el aditivo de que la escena imaginada parecía salido de una película cursi.
Sin embargo, no mucho tiempo después me di con que la inocencia la tenía yo: si me podía pasar y me pasó, aunque muy lejos de las hadas, los sapos y los príncipes, para mi suerte. Quizás la historia que nunca escriba sea esta, la más linda, la más romátinca, la más importante, porque no tiene fiascos, ni furcios, ni metidas de pata, salvo en los comienzos cuando le mandé un mensaje diciéndole que iba a salir con un tipo, y el tipo era él. Es una historia que no es graciosa, pero que tiene muchas risas, las nuestras, las que compartimos. Es una historia que estamos viviendo, que empezó con soledades y continúa con compañía, con ilusiones, con proyectos.
El fin de año nos sorprendió en una casa, la nuestra, la que estamos refaccionando, aquerenciando, disfrutando. No creí que me podía pasar y cuando pasó, por primera vez me dejé llevar. Y qué bueno que fue así.

Vuelta al pago

Luego de visitar lugares mágicos

Laguna de la niña encantada. Malargüe. Mendoza.

de pasear por Submarinos imaginarios

 
El submarino - Dique de Valle Grande. San Rafael. Mendoza.

de llegar al final del arco iris y encontrar una montaña dorada

Las Leñas. Malargüe. Mendoza.

de gritar que el pueblo quiere saber de que se trata.

Réplica del Cabildo de 1810. La Punta. San Luis.

de hacer deportes extremos

 Río Atuel. Valle grande.San Rafael. Mendoza

de contemplar el puente que crucé alguna vez

Puente del Inca. Las Cuevas. Mendoza.

de subir hasta 3.854 metros sobre el nivel del mar y enterarme que ahí también hablan de faso

 
Camino al Cristo Redentor. Límite Argentina-Chile. Las Cuevas. Mendoza.

de viajar con un atardecer a cuestas


he regresado.

Se abre la nueva temporada de Las historias de Julia. ¿Me acompañan?


Noticias bloggeras (?):  poco antes de finalizar el año 2010, justo para la edición de verano, salió publicadó la entrada "Habla Ernesto"  en la edición número 50 de Oblogo.
Muchas gracias Oblogo.

Contraindicaciones o contradicciones

El género masculino no deja de sorprenderme. La mayoría de los hombres, estadísticamente comprobado entre los que me rodean, cuando están al volante se niegan rotudamente a preguntar cómo llegar, aun cuando es evidente que están totalmente perdidos. Incluso existe la negación previa de reconocer que están perdidos, reforzando su tozudez de no averiguar por dónde ir. Sin embargo y en contra de su propia naturaleza, se  les ocurre que es genial tener un gps y se compran el navegador satelital, mientras más caro mejor, para que un aparato con voz de mina les indique paso a paso el camino y les diga lo que tienen que hacer, cosa que jamás toleran de quien oficia de copiloto, sobre todo si se trata de su mujer.  No conformes con esto, luego desobedecen sus instrucciones y el artefacto enloquece, repitiendo "recalculando". Pasada la novedad lo dejan de usar porque les rompe la pelotas que una mina, aunque sea virtual, les diga que doblen a la derecha en al próxima esquina. ¿No viene alguno que tenga grabado un contundente "ma' si, para qué preguntás si vas a ir por dónde se te cante, piscuí"?

Se me lengua la traba


Algunos giros lingüísticos de mi familia materna se trasmiten por generaciones. Tal vez un gen, confundidor el muy maldito, hizo que mi abuela mezclara refranes, mi madre confundiera apellidos y nombres, convirtiéndolos en mixturas impronunciables y que mi primita cometa verdaderos estragos idiomáticos, desarrollando asociaciones disléxicas en su cabeza virtiéndolas sin escrúpulos en la comunicación.
Fue así como una discusión familiar culminó inesperadamente, cuando mi abuela, defendiendo sus intereses o convicciones, haciendo hincapié en un rotundo "yo puedo", quiso rematar sus argumentos con un refrán y dejó a todos atónitos en el momento previo a la explosión de carcajadas. Parada con una mano en alto gritó:
- ¡Porque yo sola me lamo un buey!
"El buey solo bien se lame", reza el dicho y esta confusión refranera ni a Chespirito se le hubiera ocurrido.
Caso adorable es el de mi prima, porque despierta una suerte de ternura. Nunca se sabe con certeza si lo de ella es despiste o inocencia.
- Pasame el bicarbonato - pedía desesperada a su hermano, mientras atendía por teléfono un pedido, lapicera en mano.
- Dale, pasame el bicarbonato.
- ¿Bicarbonato? - preguntó desorientado mi primo.
- Si, dale, que tengo que hacer una factura.
- El carbónico, nena, el papel carbónico.
Muy similar pero más preocupante, fue la vez que preguntó, esta vez a su hermana:
- ¿Como se llama el lesbiano de la otra cuadra?
- ¿Lesbiano? No se dice así, decile gay en todo caso, pero lesbiano...
- No, no, el lesbiano, como el de la película que vimos.
- ¿Cómo lesbiano? Decile puto si querés, ¡pero no lesbiano!
- No, no me entendés - dijo convencida de que no era ella la que estaba equivocada - ese que tiene todo el pelo blanco, las cejas blancas, las pestañas blancas.
- ¡Albino!
Desafortunadamente no puedo escapar del maldito gen confundidor. Desde sus primeras apariciones lo combato fervientemente, sin que nadie lo note. Sin embargo hubo dos situaciones que marcaron mi historial para siempre y la memoria colectiva de mis amistades que me acompañan desde entonces, allá por mis joviales e inocentes 14 añitos. Todos los años, al menos una vez, me somenten a la tortura de sus gastadas recordando a viva voz y en público mis torpezas idiomáticas.
La primera fue en un asado de fin de año multidinario con amigos míos y de mi hermano. Precisaba para condimentar una ensalada aquello que veía al medio de la mesa. El barullo se hizo silencio por un instante, justo cuando me inclinaba sobre la mesa para alcanzar lo que quería, y al no llegar pedí en voz alta:
- Pasame la botella de vinagre.
En realidad, eso fue lo que yo creía haber dicho, porque el gen confundidor suprimió de mi verbalización: "botella de" y me hizo decir: "la vinagre". Hasta el día de hoy, es algo imperdonable y motivo de burla.
Un tiempo después, sin haberme sobrepuesto al suceso bochornante, en otra reunión multitudinaria, comenté el parte médico sobre un esguince de mi tobillo, y muy segura trasmití la tranquilidad de la doctora, porque no me había salido un hematoma. Claro está que yo no había escuchado nunca la palabra hematoma, y que no sabía que esa palabrota y moretón eran lo mismo. Y por supuesto que la palabra que usé  fue "hemotema", lo más parecido que me sonó a "hemoderivados".




Error de concepto

Dicen que la familia no se elige, pero no dicen que los compañeros de trabajo tampoco. Quizás para que el cosmos se mantenga en perfecto equilibrio, como no reniego de lo primero, en suerte me acompañan compañeras de trabajo que nunca elegiría.
Son dos, las caras de la luna son dos, y las caras de estas minas también, por fortuna, aunque a veces tienen más caras que una hidra.
Ambas están cerca de los treinta años y se comportan como si tuvieran 15: mientras una está sentanda en su escritorio, trabajando, la otra, cual adolescente que se levanta de su pupitre para hablar con su par, se acerca dando salitos para hacer algún comentario en secreto, tapándose con las manos para que la onda sonora encuentre una barrerra y el chisme penetre en forma contundente en el oído, como quién jugara al teléfono descompuesto en un recreo o quisiera enfurercer a aquellos que se quedaron afuera. En el peor de los casos los brinquitos de una silla a la otra, culminan en un abrazo. Sí, en un abrazo. Una de ellas, pongámosle A se dirige hacia la otra, pongámosle B por una razón que no tiene importancia. Llegada A al respaldar de la silla donde posa sus nalgas B, A, de la nada, decide colgársele de la espalda a B, rodeando con sus brazos los hombros y torso de B, dejando caer todo el generoso peso de A en la espalda de B, incomodidad que se extiende al cabo de unos eternos 3 minutos. Incomodidad para mí, claro.
Con la misma intensidad con la que se ríen a carcajadas por cualquier pavada, se pelean continuamente en un nivel que roza la edad del pavo, pero a ellas les divierte porque se pelean jugando. Y 8 horas de peleítas son agotadoras.
A veces pienso que la YN se acordó de mí y me mandó una discípula, pero caigo en la cuenta que no son  tan malas, no, un poco alcahuetas y chupamedias, bastante ruidosas, son jetonas, chillonas, quejosas, botonas, prejuiciosas, son...  son indefinibles e indefendibles.
A veces trato de ignorarlas, pero ellas se encargan de buscarme.
Y a veces sólo las escucho y me asombro. Me río, sí, pero me asombro de oír cosas como estás:

- Mi hermana es la oveja negra de la familia - le dice A a B en ocasión a un charla sobre sus elecciones académicas.
- ¿Por qué? - preguntó B.
- Porque es bohemia
- ¿Qué hace? - pregunté yo, intrigada al escuchar la palabra bohemia saliendo de la boca de A.
- ¿Cómo qué hace? - no entendió A.
- ¿A que se dedica? - insistí yo.
- Ah, es arquitecta y le gusta el diseño.
- Bueno, pero eso no es ser bohemio - afirmé
- No - dijo B,  dispuesta a dar cátedra con la seguridad de una eminencia en un auditorio repleto de gente  y concluyó - bohemio es el hippie que hace aritos en la plaza.

Con tonada cordooobesa [Reloaded]

Los nero [(Sust.)Persona, varón, elemento, sujeto, vago, tipo, individuo u hombre nacido o por opción en la provincia de Córdoba. Apodo o nombre "por defeto" asignado a cualquier sujeto del sexo masculino sospechado de el. (Ej. Que hací Varón! - Hola Nero como'andai...). Plural de Nero: "Los nero", conjunto de vagos cordobese en actitud de grupo (ej.: "Los nero rechupadazo saltaban en la tribuna cuando Taiere hizo el gol del empate")] de mi ciudad, involuntaramiente o no, me hacen reír muchísimo. No sólo por sus ocurrencias, si no por la forma de hablar: el cordobés básico utilizado en su máxima expresión.
La clave de la tonada cordobesa es estirar la sílaba anterior a la acentuada. Esto requiere práctica y son pocos los imitadores que la consiguen. Para que sea auténtico es necesario utilizar el léxico autóctono y olvidarse de muchas consonantes. Es indispensable, además, reemplazar el "voy a" por "via" o su variable afrancesada "vua".
Cuando hago uso de algunos de sus términos con gente foránea debo recurrir a la explicación. Muchos se quedan afuera si progongo que "piquemos el champión" [léase: vamos]. Si digo "guaso" para referirme a alguien, alguno piensa que lo traté de ordinario, cuando su significado es parangonable a "nero".
No tengo intenciones de dictarles un curso ya que muchos se tomaron el trabajo de hacerlo, pero si quería ilustrarles con algunos ejemplos cotidianos, a saber:

1. En zona de Piratas [Barrio Alberdi] minutos antes de un partido de fútbol, me encontraba en una esquina detenida por el semáforo. Hacía 40 grados de calor a la sombra [un caloooorón] y tenía ambas ventanillas delanteras bajas. A cada lado había un auto, repletos, ambos, de hinchas de Belgrano, que decidieron hablar entré si, aprovechando la ausencia de barrera de sonido de mi vehículo. Después de escuchar saludos tales a "que hacei titán pantera", "que contai nero culiau", y viendo que el semáforo volvía a rojo, tomé un mechón de pelo y me lo ensortijé en un dedo, a modo de distracción. El sujeto que estaba a mi izquierda notó esto.
- No te hagai lo rrrrshulo - me dijo - te queda lindo asé.
Traté de ignorarlo y continué con lo mío.
- Deeenserio te digo - insistió - te quedan rrrrhse lindo lo rrshulo asé.
- Gracias - le respondí, e impacientándome porque el maldito semáforo no cambiaba, tomé mi celular para mirar la hora y hacerme la distraída, de paso. Pero no pude contener la risa cuando dijo:
- ¡Qué! ¿Vai a agendá mi número?.

2. En un noticiero local, un notero entrevista a una mujer en la puerta de su casa, quien muy indignada, espeta barbaridades sobre un vecino, acusándolo de violador y ladrón, entre otras cosas. El periodista le cede el micrófono a otra vecina que se suma a la escena. Aparentemente la segunda no cuenta con un rosario de puteadas tan amplio como su vecina. Entre los insultos que le propinó al supuesto delincuente se escuchó: "pero q'esperá, si e' un hincha 'e taiere, pecho frío".

3. Amenaza cordobesa: "te vua meté un trompaaadón que te vai'aburrí de caminá paaa'trás".

4. Primer año en la escuela secundaria. Entre los elementos de ese colegio [el año siguiente me cambié] tenía un compañero, "el mono", al que el mote de "cordobesazo" le quedaría chico. Clase de inglés. Enseñarle inglés a un nero de pura cepa es misión imposible, como lo es permanecer serio al presenciar tal esfuerzo.
La teacher tuvo la idea de hacernos representar algunos de los diálogos que venían en el manual. Y me tocó en suerte actuar junto al mono. La escena transcurría en un aeropuerto. El estaba sentado y yo me acercaba para preguntar si el asiento de al lado estaba ocupado. El me decía que si, luego me cedía el suyo y venían las presentaciones, hasta que me ofrecía un cigarrillo.
La primer línea era la siguiente:
- Is this seat taken?
- Yes, it is.
El mono no estaba sentado, estaba echadazo en un pupitre, al lado del pizarrón.
- Is dis sit taiquen? - le pregunté.
- iieeee iiiití - respondió.
Repetimos esa parte mil veces, y la risa no nos permitió continuar. Ieee iiiití. Inolvidable.




A mi juego me llamaron

Para no dejar de lado las tradiciones bloggers (?) y como no puedo despreciar una invitación de mi amiga personal Bella del blog Seas of Time, voy a pasar lista de los directores que me han influenciado (qué me hago la cineasta, por buda) según indican las consignas:

No te tomes mucho tiempo para pensarlo. Quince directores que te han influenciado y que SIEMPRE ESTARÁN CONTIGO. Enumerá los primeros quince que puedas recordar en no más de quince minutos.

He aquí mi lista (el orden no es relevante).

1. Michel Gondry.
2. Pedro Almodóvar.
3. Tim Burton.
4. Christopher Nolan.
5. Jean-Pierre Jeunet.
6. Quentin Tarantino.
7. Emir Kusturica.
8. Francis Ford Coppola.
9. Terry Gilliam.
10. Clint Eastwood.
11. Los hermanos Coen.
12. M. Night Shyamalan.
13. Wes Anderson.
14. David Lynch.
15. Ridley Scott.
Sigo, eh:
16. Sean Pean.
17. Juan José Campanella.
18. Liev Schreiber (aunque dirigió una sola).
19. Michael Mann.
20. Peter Weir.
21. Spike Jonze.
22. Steven Spielberg.
23. Robert Zemeckis.
24. Stephen Frears.
25. Jean-Jacques Annaud.

Ok, no aburro más. El que quiera seguir la cadenita, siéntase libre de llevarla para su blog.